miércoles, 19 de agosto de 2015

LORENZO VICTORIANO AGUIRRE SÁNCHEZ (06-10-42)


Pintor, dibujante, caricaturista, escenógrafo, ilustrador y cartelista de enorme prestigio. Nació en Pamplona el 14 de noviembre de 1884. Con 3 años la familia se traslada a Alicante. En su primera estancia en Madrid destacó en varias exposiciones. Vivió en París como artista y dibujante, ganó varios premios estatales e internacionales y al regresar a Madrid, ingresó en el PCE. Se presentó a inspector de policía, con varios éxitos de investigación criminalista, sin abandonar la pintura y el dibujo. El 8 de diciembre de 1936 fue nombrado Jefe Superior de la Policía republicana de Madrid. Con la caída de Madrid se trasladó a Valencia y luego a Barcelona, donde se le nombró Subdirector General de Seguridad de la República. Marchó al exilio al caer Catalunya y volvió clandestinamente a España para reorganizar el PCE en octubre de 1940, siendo detenido en Irún, brutalmente torturado y encerrado en la prisión de Ondarreta. Trasladado a la cárcel de Porlier en Madrid en febrero de 1941, fue asesinado por garrote vil el 6 de octubre de 1942, obligando al resto de compañeros presos a asistir al "ajusticiamiento de un rojo asesino y pervertido y falso artista".


"El día 16 de julio del año 1942, festividad de la Virgen del Carmen, tres niñas de siete, nueve y once años felicitaron a la hija del general Francisco Franco por su onomástica, le entregaron un ramo de flores y se hincaron de rodillas para pedir clemencia por el pintor Lorenzo Aguirre, que estaba condenado a muerte. La respuesta del franquismo se produjo 82 días más tarde: el 6 de octubre, Margarita, Susy y Francisca Aguirre supieron que su padre acababa de ser ejecutado. Cincuenta y siete años después han sabido que otros presos políticos de la cárcel de Porlier fueron obligados a contemplar la ejecución de aquel hombre bueno, alegre, comprometido con su tiempo y artista versátil, fulgurante y profundo.Lorenzo Aguirre nació en Pamplona en 1884 y vivió parte de su infancia y toda su adolescencia en Alicante. Su pintura ofrecería siempre la mística gravedad navarra y la euforia luminosa del Mediterráneo. Su mirada distribuye en los lienzos la penumbra ancestral de la meditación y la eternidad súbita de la luz. Rubén Darío escribió sobre Antonio Machado: "Era luminoso y profundo, como era hombre de buena fe"; Aguirre fue un artista y un hombre machadiano. De su buena fe hay muchas pruebas. Una de ellas: su predilección por el retrato, su respeto por los rostros humanos. Un respeto que se desplaza también a los paisajes: en su obra los paisajes no son acotaciones del territorio del planeta, sino palpitaciones de la misteriosa casa colectiva en donde los seres humanos "viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra". A los retratos de Aguirre los ilumina la fraternidad; a sus paisajes los iluminan la lentitud y la compasión. Y siempre, en los rostros de sus criaturas y en los rostros de sus paisajes, comparece la alegría de los colores besándose los unos a los otros; la alegría que exhalan la presencia y las grietas de la vida. Porque pintar de verdad, con verdad, es un acto de gracias.


En el año 1904, Aguirre obtuvo el título de profesor de dibujo en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, y participó, junto con Daniel Vázquez Díaz y José Gutiérrez Solana, en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En el año siguiente pintó y rifó una Inmaculada Concepción y con el dinero obtenido en la rifa viajó a Francia, en donde formó parte del equipo de escenógrafos de la Ópera de París. Recorrió varias ciudades europeas para saciar su sed en los museos y regresó a Madrid con 23 años de edad y los ojos y el entusiasmo transformados en almacenes de pintura. A partir de entonces obtuvo medallas como pintor, como cartelista y como caricaturista. En 1917 expuso sus dibujos en el Salón de los Humoristas, junto a Sancha, Bartolozzi, Penagos..., experiencia que repitió dos años después junto con Vázquez Díaz y Benjamín Palencia. En 1925 obtuvo una medalla de oro en la Exposición Internacional de Artes Decorativas, en París, y en el año siguiente obtuvo otra medalla en Madrid, en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Poco después, la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid le otorgó por unanimidad la medalla de honor. En enero de 1930 se casó en segundas nupcias con Francisca Benito Rivas, con quien tuvo tres hijas. La paternidad y la República le ayudaron a vivir los años más dichosos y más fértiles de su vida. Sus hijas lo recuerdan llevándolas a ellas y a su esposa a los cines de sesión doble casi todos los días, entusiasmándose con las historias prodigiosas que discurrían en las pantallas cinematográficas, jugando encarnizadamente al ajedrez con la abuela Jenara, pintando horas y horas con una concentración tan fulminante que le llevaba a mojar los pinceles en su tacita de café mientras sonreía contemplando una pincelada. En uno de aquellos instantes de ensimismamiento en que Aguirre bebía café embadurnado de materias pictóricas y reflexionaba sobre la luz de un rostro estalló la guerra civil.

En 1936 se trasladó a Valencia con el Gobierno de la República. En 1937 pidió el carnet del partido comunista. En 1938 se trasladó a Barcelona con las autoridades republicanas. En 1939 cayó por el barranco del exilio con su mujer, sus hijas y la abuela Jenara. Vivió unas semanas en París intentando, como Modigliani, vender dibujos y acuarelas por las calles y las placitas. Su hija Francisca Aguirre escribiría mucho más tarde: "Y como a Modigliani, tampoco a él le compraban". Se trasladó con su familia a Le Havre, con el propósito de embarcar hacia Latinoamérica, y pintaba retratos y paisajes marítimos, como aferrándose a la solidaridad de los rostros humanos y a la esperanza de una salvación oceánica, que nunca se produjo. Vivían en un hotelito llamado La Rotonde de la Gare, junto al puerto y junto a la estación del ferrocarril, dos objetivos codiciados por los bombarderos alemanes, de manera que a veces se desplazaban a gatas por la habitación para que no les alcanzase la metralla que irrumpía por la ventana con su silbido criminal. Una mañana de 1940 su familia regresó a España mirando para atrás y viendo cómo el pintor, al otro lado de la frontera, los despedía con las manos, cada vez más lejanas. No consiguió embarcar hacia ninguna parte. Fue detenido en la frontera y arrojado a la cárcel guipuzcoana de Ondarreta. El 8 de febrero de 1941 lo trasladaron a la cárcel madrileña de Porlier. En 1947 fue investigado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Al no conseguir establecer su "condición de masón" archivaron el expediente de un hombre que llevaba cinco años muerto.

Su pintura está viva. Gracias a dos recientes y magníficas exposiciones subvencionadas por las autoridades de las Cajas de Ahorro de Navarra y celebradas en Pamplona y Madrid, e impulsadas por el talento y la bondad de Gregorio Díaz y Camino Paredes, mucha gente ha podido ver que la obra de Lorenzo Aguirre está viva y crece hacia la vida. Aguirre fue clandestino durante medio siglo, pero su pintura está viva. Respiraba en sigilo durante la inacabable posguerra, pero permanecía viva y crecía hacia la vida. Durante décadas no pudo vivir en las salas de exposiciones, pero permanecía viva y se agrandaba hacia el interior de la vida. En el año 1986, y gracias a la gestión de Concepción Badiola y Pedro Manterola, el Banco de Bilbao expuso las obras de Aguirre en Pamplona y Bilbao. En el catálogo que con aquel motivo fue editado, Francisca Aguirre redactó un texto del que reproduzco unas líneas: "No puedo calcular la cantidad de gente maravillosa que ha mirado estos cuadros y que los ha querido. No puedo recordar las palabras de cada uno de ellos. Han sido muchos. Pero recuerdo que esos cuadros estaban el día en que llegó Antonio López con Mari, su mujer. Antonio miró los cuadros y me dijo: "¿Por qué no los limpiamos?". Fue una resurrección. Antonio había estado en casa de mi hermana Susy y había visto los cuadros de mi padre que ella tiene. Empezó a limpiar una marina y mientras iban apareciendo los colores reales del cuadro me decía: "Lo mejor de tu padre es que tiene un gran poder evocador de lo vital. Cuando pinta la figura humana tiene algo de místico, hay algo religioso en su manera de tratar la carne. Esa obsesión por la figura, que es una constante en su obra, y sus paisajes luminosos, su tratamiento del paisaje, es para mí lo mejor de su pintura, lo más conmovedor". Lo más conmovedor era también ver a Antonio limpiando con sumo cuidado los cuadros de mi padre". Lo más conmovedor es también el consuelo que nos agarra la garganta desde unos versos sabios de nuestro maestro don Antonio Machado: "Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; lleva quien deja y vive el que ha vivido". Necesitamos creer que Lorenzo Aguirre murió sabiendo que le haríamos "un duelo de labores y esperanzas".

martes, 24 de marzo de 2015

EPIFANIO ALZATE ITARTE (22-12-42)

"No puedo dar muchas explicaciones después de tantos años transcurridos, y porque en casa, quizás por prudencia, no nos hablaban sobre la guerra. Lo que recojo es más bien a través de conversaciones oídas a los mayores hablando entre ellos, siendo yo niña.

Según recuerdo Epifanio fue guardia civil y una de las noches le tocó patrullar con el comandante del puesto (ni idea de en qué pueblo sucedió). Éste debía de tener un carácter muy áspero, hacía una noche muy fría de ventisca y lluvia, el comandante había ido todo el camino protestando sobre el tiempo, los malhechores y de todo lo que se le ponía por delante.

Al terminar el servicio volvieron al cuartel, entraron en la sala de armas a dejar sus pistolas y escribir el parte,  y una vez hecho esto marchó cada uno a su vivienda (era una casa cuartel), y Epifanio se puso a silbar: el comandante creyó que se burlaba de él. Total, que discutieron y se pegaron. A Epifanio eso la valió ser expulsado del cuerpo. Mi madre decía que de ahí le vino todo y que su muerte fue una venganza. Terminada la guerra, el general Franco proclamó un bando diciendo que todo aquel que hubiese combatido en el bando contrario, pero no tuviese las manos manchadas de sangre, nada tenía que temer, que se presentase para dar testimonio de donde había combatido; Epifanio se presentó, dio sus datos como le pedían y marchó para su casa. Transcurrieron varios días sin que nada ocurriese y le volvieron a llamar para aclarar algún punto. Fue, pero ya no volvió; estuvo tres meses sin que su mujer, Ramona, supiera nada de él hasta que lo localizó en una cárcel. A él lo habían metido preso, y a ella le quitaron lo poco que tenía de vajilla, ropa y ajuar, teniendo que colocarse de sirvienta, (se colocó en casa de una mujer que también tenía al marido en prisión).

Ramona (no sé el apellido, era de Yanci, Navarra) hizo lo que pudo, que era más bien poco, pero al menos cuando iba a visitarle le podía llevar un bocadillo  y hacer gestiones para que su marido saliese de la cárcel. A mediados del 42, ya le dijeron que pronto saldría el juicio, Ramona  se lo comunicó a mi madre (hermana de Epifanio) y fue a Madrid para entrevistarse con un sacerdote que si mal no recuerdo se llamaba Francisco, que era de Carcar y persona influyente en Madrid. Habló con él y este le dijo que por los cargos que le acusaban no le iban a salir más de 3 años y como ya casi los había cumplido, pues que en cuanto se celebrase el juicio le darían la libertad. Y que de todas formas cuando supiese la fecha del juicio le haría otra visita para que el estuviese al tanto. Mi madre se volvió al pueblo tranquila, dejando el encargo de que cuando Ramona supiese la fecha del juicio se lo hiciese saber, pues ella volvería para hablar con Francisco. Por fin Ramona comunicó que a mediados de Enero (1943) sería el juicio, y mi madre dispuso que en cuanto se pasase la Navidad marcharía a Madrid. Pero no hizo falta,  LA NAVIDAD NOS TRAJO LA TRISTE NOTICIA.

Adjunto una copia de la carta que yo tengo, pero hay que tener en cuenta que la original  la tenía Ramona, que a ella iba dirigida; a mi madre le mandó una transcripción y de ésa en tiempo más actual se hizo una copia a máquina.  El día que se recibió dicha carta la recuerdo como muy desgarradora, yo tenía 12 años y me impresionó mucho. Mi abuela Canuta (la madre de Epifanio y de mi madre, que entonces tenía 85 años) estuvo 3 días sin salir del granero.
 Pudiera ser que esta transcripción pueda tener alguna variación involuntaria."


Esther Bravo Alzate (1930) 
Sobrina de Epifanio Alzate Itarte

sábado, 7 de marzo de 2015

SANTIAGO DOMÍNGUEZ RIAZA (22-10-41)


 
La imagen que os adjunto corresponde a Santiago Domínguez Riaza. Es mi abuelo. Fue el último alcalde republicano de Aravaca, fusilado por sus ideas políticas en 1941.

En realidad  la imagen es copia de  una foto de carnet que mi abuela Maria guardó como un tesoro. Era el único recuerdo que teníamos de él.  En los años sesenta mi abuela encargó a un dibujante que  le hiciese  un “carboncillo” a partir de dicha foto, para decir toda la verdad  mi abuela nunca estuvo satisfecha del todo con el resultado,  decía que su esposo era más guapo.

Al terminar la guerra, como tantos otros, Santiago Domínguez dió crédito a las “conciliadoras” palabras de Franco y el día 4 de abril de 1939 se presentó de forma voluntaria en el estadio Chamartín;  apenas tres días después de entrar los golpistas en Madrid.

Le incoaron juicio sumarísimo de urgencia y el  30 de octubre de 1939 se dictó sentencia: condena de muerte, exactamente por ser   “de UGT desde 1935, del Partido Socialista desde 1933, pertenecer al ejercito republicano, ser  fundador casa del Pueblo en 1931, Concejal del ayuntamiento y Alcalde desde 1936 en Aravaca, donde fueron asesinados 22 vecinos y 72 personas llevadas de fuera, siendo él responsable de todos estos crímenes”

Lo mataron el 22 de octubre de 1941  en las tapias del cementerio del Este.

En dicho sumario resultaron definitivas las denuncias que presentaron el nuevo alcalde franquista del pueblo y su hijo,  que ocupaba el sombrío cargo  de “jefe de Información de Falange” en Aravaca.

En el año 2014 el Ayuntamiento de Madrid decidió homenajear a este alcalde franquista otorgando su nombre, Cirilo Martin Martin, a una glorieta en el barrio de Aravaca. Actualmente estamos litigando para que el ayuntamiento reconsidere su posición; mas allá de la historia de mi abuelo, este individuo formó parte  de la representación franquista contra muchas otras personas afines a la República.

La parte buena de esta historia es que en la reciente investigación que hemos hecho para argumentar nuestra demanda hemos encontrado en el archivo histórico militar un documento muy emotivo. Se trata de  una  carta manuscrita donde mi abuelo relata su vivencia durante la guerra, explicando al juez sus actos, qué hizo y porqué lo hizo. Tenía una letra preciosa, un poquito inclinada a la izquierda, la tinta es azul añil y  setenta  años más tarde sigue teniendo luz propia.   No hay faltas de ortografía y la sintaxis es correcta. Mi abuelo debió ser un tipo culto. Ahora tenemos un nuevo recuerdo suyo.

Otra buena noticia es que  la asociación Memoria y Libertad nos ha invitado a subir su historia a esta web; he estado leyendo las biografías de muchas otras personas que padecieron similares penurias,  algunos compartieron con mi abuelo la lúgubre 3ª galería de la cárcel de Porlier, donde habitaban los condenados a muerte. No puedo dejar de imaginar cómo debieron compartir aquellos años, el miedo, la incertidumbre;  lo que sentirían los demás presos cada vez que venían a llevarse a algún compañero al paredón. Y, por encima del dolor, la esperanza y el amor  que recogen las cartas de despedida. Todas esas cartas las sentimos como propias.  Ahora tenemos otro recuerdo suyo.

Santiago Domínguez Riaza. Es un orgullo llevar tu sangre.
Eduardo Domínguez